El ser humano es extraño: no pide nacer, vivir no sabe y morir no quiere. La muerte duele, asusta, impone, nos marca y a veces hasta nos destruye. Lo raro es que es parte esencial de la vida misma, pero lamentablemente no nos enseñan esa parte. No aprendemos a despedirnos ni a disfrutarnos ahora que estamos vivos y, mucho menos, ver la muerte como algo natural.
Hasta la propia muerte nos asusta, la de nuestros seres queridos nos duele y no sabemos cómo superar esos momentos trágicos que rodean la muerte.
Ojalá hubiera unas palabras para consolar efectivamente o una varita mágica que ayudara al dolor que envuelve la muerte. En la vida, cada uno de nosotros actúa y se enfrenta al dolor de la muerte según su personalidad, según sus vivencias, según su cercanía con el difunto, según su amor hacia él y algo muy importante, depende de cómo haya sucedido la muerte.
Así como las personas, que somos tan diferentes unas de otras, todas las muertes son únicas e irrepetibles. Nos vamos enfrentando a las pérdidas a como podamos en nuestro proceso de vida, incluso llegará el momento en que cada uno de nosotros tendremos que enfrentar y experimentar nuestra propia muerte.
Cómo tanatólogo, te puedo compartir que sí hay forma para superar la muerte de un ser querido y la más sana de hacerlo es vivir nuestro duelo, no evitarlo o negarlo; es la reacción psicológica que tenemos ante una pérdida y es todo un proceso en el que se presentan varios sentimientos como negación, agresión o coraje y depresión.
Es importante dejarlos llegar a tu ser, vivirlos, sentirlos, no esquivarlos, no sacarle la vuelta al dolor porque si callas tu dolor y te pones el disfraz de “yo soy el fuerte”, el dolor te cobrara factura tarde que temprano o te convertirás, por mucho tiempo o para el resto de tu vida, en una persona fría y amargada por no haberle dado una salida sana a tu dolor.
Permítete que te duela sanamente la muerte de alguien, experimenta esos pensamientos y sentimientos, deja que entre la tristeza y se toque tantito con la depresión, con la ausencia y el vacío, pero también tú mismo controla ese dolor, que puedas seguir viviendo y haciendo tus actividades diarias porque no todo es dolor, no te dejes morir ni aun en la muerte de un ser muy querido, ¡no! No te dejes morir en pedacitos.
Hay gente que no puede o no sabe cómo ir tratando su dolor por la pérdida de alguien y parece que se van a morir con sus muertos; se entiende, pues ¿quién nos enseña a vivir con dolor? ¿Quién nos enseña a superar las pérdidas? Si no puedes tú mismo, busca la ayuda de un tanatólogo, que es el profesional que se dedica a estos dolores emocionales que nos deja la partida de un ser querido.
Por un lado, cuando nos enteramos de la muerte de alguien, la razón se confunde, entra en shock, pero poco a poco, el cerebro va procesando la información hasta que lo entiende, pero es tu corazón el que necesita más tiempo para aceptar que ya partió, que ya descansa, que ya está en otro lugar mejor que aquí, que sufría con esa terrible enfermedad, pero le lleva tiempo para recuperarse, para retomar la propia vida ya con la ausencia de esa persona.
Y es en las fechas especiales: cumpleaños, Navidad, Año Nuevo, Día del Padre, Día de las Madres, Día de Muertos, cuando resurge el dolor y se vive de nuevo, pero hay que estar alertas y evaluar al dolor emocional, observar si es más ligero, está en el mismo nivel o si cada día está peor y crece más.
Hay personas que luchan por no aceptar el dolor de la pérdida y lo único que obtienen es un estado de rabia, de frustración, de depresión, de intolerancia hacia lo que sucede o a las personas que las rodean. A veces canalizan esos sentimientos negativos a Dios, a la familia, al mismo muerto porque no pueden superar el abandono que les causa la pérdida.
No te rindas con tus muertos; muéstrales más bien que tienes fortaleza, que vas a superar el dolor y, sobre todo, dile a tus muertos que aprenderás a vivir sin ellos y con todas sus enseñanzas, te fortalecerás y aprenderás a vivir en su ausencia.
Psicólogo Octavio Robledo León
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