Óscar García CoachMe
¿Tienes anclas en tu vida?, ¿Te permites hablar del perdón?,¿Sabes perdonar?
Estimados lectores, tengo tanto qué decir, que ha sido un reto priorizar lo que quiero transmitir por medio de mi columna.
Septiembre es el mes 9 del año, casualidad consciente de decidir hacer una pausa personal y con mi equipo de CoachMe, como si fuera el símil de un proceso de gestación ideal, parar en la medida de lo posible, priorizar muchos proyectos e ideas que en mi mente y corazón revolotean.
He recibido en esa pausa un huracán de emociones de todo tipo, que se han convertido en profundos sentimientos aleccionadores y me regalan el aprendizaje de diversos estados de ánimo que quería sentir y, para qué negarlo, también por momentos me negaba a vivir.
Un periodo de intensos programas dominicales con temas vinculados al crecimiento postraumático, cuidar al máximo el regreso consciente de nuestros estudiantes y colaboradores.
El primer viaje post pandémico, las inducciones, bienvenidas y el diseño de implementación de talleres de resiliencia para nuestros alumnos de primer ingreso y grupos de jóvenes vulnerables de la comunidad; continuar con mi experiencia como alumno del máster PREXIE en inteligencia emocional, las emociones del cierre de captación y las reflexiones propias de ese proceso.
A todo lo anterior se suma mi objetivo de querer hacer más orgánico lo que CoachMe tiene y quiere compartir a la comunidad, un trabajo realizado deliciosamente en equipo. No puedo dejar fuera de la variable las despedidas no deseadas, desde seres que en un momento fueron importantes en mi vida, hasta hábitos y personas que ya no construyen, y hacerlo de la mejor forma posible. ¿Se pueden imaginar cuánto por compartir y seleccionar? Fue mi primer reto, ustedes están leyendo la tercera versión de mi columna, la que más sentido me regaló.
Los quiero invitar a cerrar los ojos e imaginar que vamos emprender un viaje en crucero. Ya estamos listos, en camarote de lujo, vestimos las mejores galas, en la mano nuestra bebida favorita para brindar por el inicio de la marcha. La puesta de Sol en su esplendor atrae la mirada al horizonte de nuestros sueños; escuchamos el pitido fuerte, casi ensordecedor, que anuncia el encendido de motores, pero pasa el tiempo y nos desesperamos, queremos hacer el brindis para empezar a disfrutar el anhelado viaje, pero el crucero no avanza, ¿saben por qué?: alguien olvidó quitar el ancla.
El ancla, esa poderosa conexión que nos ata de forma simbólica, pequeña e imperceptible, pero que nos apega, nos limita. En este periodo consciente he encontrado mis anclas y compartido con muchísimas personas el hallazgo de sus propias anclas.
Por ejemplo, ayer concluí la etapa de talleres de resiliencia para jóvenes con un sabor de boca exquisito. En grupo reducido (como más disfruto) navegamos por el mundo de las emociones y los aprendizajes compartidos, pauta para esta versión de columna, porque resume lo experimentado en las acciones y procesos del último mes.
Es abrir una conversación desde el capital psicológico positivo para interpretar que, por más bello y elegante que sea el crucero en el que emprendemos la travesía, serán claves la confianza, la esperanza, el optimismo y la resiliencia (Luthans y Youssef, 2004), para disfrutar con plenitud una aventura, como muchos percibimos a la vida.
En el mundo de las ciencias del bienestar nos plantean que para tener confianza (autoeficacia) debemos asumir y realizar el esfuerzo necesario para tener éxito en tareas difíciles; hacer atribuciones positivas (optimismo) sobre el éxito actual y futuro; perseverar hacia las metas y, cuando sea necesario, redireccionar los caminos hacia ellas (esperanza) para tener éxito. Y cuando uno se vea acosado por los problemas y adversidades, mantenerse y recuperarse (resiliencia) para alcanzar el éxito.
¿Cómo hablar de temas tan abandonados por nuestras conversaciones diarias en casa, con los amigos, en el trabajo o en las escuelas?, el perdón, la empatía y la compasión. Mi emoción se disparaba al final de cada taller de resiliencia al preguntar aprendizajes, cuando sin miedo los jóvenes afirmaran: tengo que aprender a ser más empático, tengo que aprender a perdonar, a querer más, a reconocer mis fortalezas.
Ahí llega el motivo de mi invitación a visualizar un viaje, creo que todos queremos disfrutar la travesía de caminar por la vida con mayor bienestar, y para ello se nos entregó un medio para lograrlo, un “buen transporte”, pero no le hemos quitado el ancla y no podemos despegar. Aceptar esos apegos emocionales que nos colocan una estaca que nos detiene para salir a buscar nuestros sueños, nos puede llenar de frustración y emociones poco agradables. Parece un tema muy sencillo cuando se conversa, pero desafiante en su aplicación.
Muchas de mis experiencias de alto impacto en el mes de pausa, me resonaron para comunicar mejor qué es perdonar, acción que lleva a disminuir las emociones de rabia, tristeza y miedo, para permitirnos seguir avanzando y no quedar anclado a todo aquello que produjo dolor físico, emocional y social, como lo comentamos en el último programa de Time To Feel.
Sin embargo, puedo afirmar con evidencia, que el tema del perdón no se platica todos los días en la casa, el trabajo, y tenemos una deuda pendiente en la generación de herramientas para aprender a perdonar.
Time to Feel, nuestro programa dominical, ha generado el espacio de conversación sin tapujos para interpretar el perdón emocional con la implicación innata de aprender a manejar esas emociones no deseadas y altamente desagradables, que al disminuir su intensidad, bajan el riesgo de quedarnos estancados, anclados.
Es importante mencionar que este tipo de perdón en la mayoría de los casos no se genera de forma espontánea, reta a un intenso trabajo de autoconocimiento y algunos casos demanda hasta la intervención de un psicoterapeuta.
Tema que apasiona y da para muchos programas dominicales y grandes columnas para compartir con ustedes. Nos vemos en nuestras redes.